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On the road

Disparando con Onda



No estamos como decía Fukuyama en el final de la historia, la imposición del capitalismo como modelo socioeconómico a nivel global parece darle la razón, pero la historia no es algo que se detiene a placer. La historia no es sólo el pasado, sino el presente y, quizás, sólo quizás, también el futuro. Asimiladas y comercializadas las revueltas del siglo XX y aniquilada la perversión del socialismo real, el capitalismo posmoderno parece sumido en su mejor época. Hasta las izquierdas más o menos institucionalizadas de Occidente le acaban dando la razón y asumiendo el capitalismo como forma de entender la vida. Progreso, industrialización, nuevas tecnologías, ocio, ... vocablos que utilizan las izquierdas no ya para referirse al proceso de alienación al que los poderes económicos actuales someten a los ciudadanos, sino para referirse a sus propias propuestas políticas.
La vida, como escribía Debord, ha quedado reducida a una mera representación: “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de la producción se presentan como una acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación". Es decir, que las condiciones de vida que impone el capitalismo (trabajo, especialización, ocio controlado, separación, consumismo) son el verdadero resorte a destruir. Para el situacionismo o el anarquismo de corte moderno, la consecución de una vida plena sólo es fáctible alejándonos de estas representaciones impuestas. Ese es el quid de la cuestión. En el siglo XXI la única revolución posible es la revolución de la vida.
Volvamos a los situacionistas , éstos ya calificaban las condiciones de vida de la sociedad capitalista como (no)vida. Los seres humanos sólo somos importantes en cuanto a productores-consumidores. Fuera de eso no hay ni una pizca de humanidad en el sistema. Estamos llegando también al momento histórico en que las sociedades capitalistas occidentales prácticamente no necesitan ya productores. Alegrémonos de que todavía necesiten alguien que compre ordenadores, relojes, coches, billetes de avión, televisores, etc, porque si no a buen seguro nos pasaría como a los galgos que ya no pueden ganar en el canódromo. Así que llegados a este punto es necesario alejarse del modelo de (no)vida, de la "catástrofe cotidiana" a la que nos somete el sistema. Para el capitalismo somos recursos humanos, meras correas de transmisión por donde transitan intereses que a penas llegámos a comprender. En Europa occidental, el Estado, después de décadas de lucha obrera, se ha encargado de protegernos frente a algunos de los desmanes de la economía a la que también defiende. Pero poco a poco ese Estado del bienestar surgido de las cenizas de las guerras mundiales y del peligro de la revolución obrera va llegando a su fin. Ya no hay peligro de revoluciones obreras. Ya no hay tampoco caretas, ni disimulos. Es el momento quizás de poner en marcha la revolución de la vida, no sólo para llevarle la contraria a Fukuyama, si no para poner palos en las ruedas del sistema y poder soñar con tener una vida plena.

1 comentario

La pelirroja de aquella cancion -

No se como no te contratan de columnista en algun periodico, bueno, supongo que es porque no les conviene alguien tan lúcido como tu!
Iniciamos la revolucion ya? ya? Va...
Muaaaa!!